De todos los cultivos de invernadero que existen, el tomate es el más notorio. Un cultivo caracterizado por su gran facultad de adaptación a diferentes sistemas, climas y estaciones, lo que le hace tener un valor diferencial en cuanto a producción, investigación y desarrollo.
Aunque la mayoría de su producción es a campo abierto, el cultivo de este fruto en invernaderos o túneles de plástico, va cobrando día a día mayor importancia, ya que hace posible poder suministrar frutos frescos y de calidad en los mercados locales e internacionales en cualquier época del año.
Su producción anual ha ido en aumento en los últimos tiempos, circunstancia que se explica por el mayor rendimiento por metro cuadrado que el tomate de invernadero tiene. Si cuenta con unas condiciones favorables, el tomate de invernadero puede llegar a alcanzar dos cosechas anuales, lo que proporciona una gran producción de frutos de calidad.
De todas las variedades de tomate de invernadero que existen, hemos hecho la siguiente selección según características comunes:
El tomate de invernadero tiene un mejor comportamiento en suelos con buen drenaje. Preferiblemente en suelos sueltos de textura silíceo-arcillosa y ricos en materia orgánica. Su tolerancia a la salinidad es hasta 3,5 dS/m en extracto saturado. Por encima de estos valores, su productividad se reduce considerablemente, pero la calidad del tomate se ve beneficiada. En cuanto al ph recomendable de los suelos, puede ir cambiando desde ligeramente ácidos, hasta levemente alcalinos cuando están enarenados.
La temperatura ideal para que el desarrollo del tomate sea óptimo, es de 20 a 30ºC durante el día y de 5 a 18ºC en período nocturno. Las temperaturas muy extremas, afectan al crecimiento, cuajado y producción de las plantas, aunque ya por debajo de los 15º pueden observarse problemas de crecimiento e inconvenientes con la polinización. Por el contrario, si la temperatura es superior a 35º, la polinización y la calidad del polen se ven reducidas.
El grado idóneo de humedad para los tomates de invernadero, está condicionado por la temperatura. La combinación de humedad relativa y temperatura, establece:
La humedad relativa ideal, está entre un 60 y un 80%. Si es superior a esta cifra, correremos el riesgo de que se agriete el fruto o aparezcan enfermedades como hongos y bacterias. Por debajo del 60%, se produce estrés hídrico y es más complicada la fijación del polen al estigma de la flor.
El tomate de invernadero puede necesitar de 8 a 16 horas de luz diarias. Si es menor, el cultivo puede sufrir dificultades en el proceso de floración y cuajado, un exceso de vegetación y su fruto puede ser de menor tamaño y peor calidad. En cambio, si la cantidad de luz es mayor que la cantidad aconsejada, pueden aparecer frutos deformes y el crecimiento del tomate puede detenerse.
En los cultivos protegidos de tomate, el aporte de agua y gran parte de los nutrientes se realizan de forma generalizada mediante riego por goteo y va a ser en función del estado fenológico de la planta, así como del ambiente en que esta se desarrolla (tipo de suelo, condiciones climáticas, calidad del agua de riego, etc.).
En cultivo en suelo y en enarenado, el establecimiento del momento y volumen de riego vendrá dado básicamente por los siguientes parámetros:
En la práctica, en los enarenados de Almería la frecuencia de riego para un cultivo ya establecido es de 2-3 veces por semana en invierno, aumentando a 4-7 veces por semana en primavera-verano, con caudales de 2-3 litros por planta.
En cuanto a la nutrición, cabe destacar la importancia de la relación N/K a lo largo de todo el ciclo de cultivo, que suele ser de 1/1 desde el trasplante hasta la floración, cambiando hasta 1/2 e incluso 1/3 durante el período de recolección. En el cultivo del tomate en racimo, el papel del Potasio en la maduración del tomate es esencial, pudiéndose emplear en forma de Nitrato Potásico, Sulfato Potásico, Fosfato Monopotásico o mediante quelatos.
El Fósforo juega un papel relevante en las etapas de enraizamiento y floración, ya que es determinante sobre la formación de raíces y sobre el tamaño de las flores. En ocasiones se abusa de él, buscando un acortamiento de entrenudos en las épocas tempranas en las que la planta tiende a ahilarse. Durante el invierno, hay que aumentar el aporte de este elemento, así como de Magnesio, para evitar fuertes carencias por enfriamiento del suelo.
El Calcio es otro macroelemento fundamental en la nutrición del tomate para evitar la necrosis apical , ocasionado normalmente por la carencia o bloqueo del Calcio en terrenos generalmente salinos o por graves irregularidades en los riegos.
Entre los microelementos de mayor importancia en la nutrición del tomate, está el Hierro, que juega un papel primordial en la coloración de los frutos.
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